Hace muchos años, en un pequeño pueblo rodeado de densos bosques, existía una antigua creencia que hablaba de las polillas blancas como mensajeras de la muerte. Según esta leyenda, cuando una persona se encontraba en las últimas etapas de su vida, las polillas blancas aparecían en su hogar como un sombrío presagio. Se decía que estas hermosas criaturas, con sus alas de un blanco brillante y delicado, eran mensajeras de un más allá, y su aparición tenía el poder de alertar a los habitantes del pueblo de que la muerte estaba cerca.
En contraste, las polillas negras eran consideradas como seres malignos, criaturas demoníacas que se alimentaban de la desesperación y el dolor. La presencia de una polilla negra se interpretaba como una advertencia de tragedia inminente, y las personas solían realizar rituales para ahuyentarlas, con la esperanza de evitar el destino funesto que parecían traer consigo.
La historia que nos ocupa comienza en una modesta cabaña al borde del bosque, donde vivía una anciana llamada Elara. A medida que los años pasaban, su salud se deterioraba, y la presencia de las polillas blancas en su hogar se volvió cada vez más frecuente. El pueblo susurraba que su hora se acercaba, pero Elara no temía a las polillas blancas. En cambio, las veía como hermosas mensajeras de un mundo más allá que venía a llevarla a un lugar de paz y serenidad.
Un día, mientras Elara yacía en su lecho, rodeada de las polillas blancas que revoloteaban a su alrededor, sintió una sensación de paz que nunca antes había experimentado. Su último suspiro fue suave y sereno, como si las propias polillas hubieran venido a llevarla al más allá.
Sin embargo, su partida dejó una profunda tristeza en el pueblo. Mientras la comunidad se reunía para despedirla, una oscura sombra se posó sobre la cabaña de Elara. Era una polilla negra, grande y amenazante. La gente murmuró preocupada y comenzaron a temer lo que pudiera ocurrir a continuación.
Pero, para sorpresa de todos, la polilla negra no causó ningún daño. En lugar de eso, se posó delicadamente en el umbral de la cabaña y se mantuvo quieta durante toda la noche. Al amanecer, la polilla negra desapareció tan misteriosamente como había llegado. Algunos creyeron que Elara había regresado como un espíritu protector, usando la forma de la polilla negra para velar por su pueblo desde el más allá.
A partir de ese día, la creencia en las polillas blancas como mensajeras de la muerte y las polillas negras como demonios se transformó en una historia de equilibrio entre la vida y la muerte. Las polillas blancas seguían siendo bienvenidas como heraldos de la paz en el momento del fallecimiento, mientras que las polillas negras se consideraban guardianes que velaban por la seguridad del pueblo.
Esta historia se transmitió de generación en generación, recordándoles a todos que en la oscuridad siempre hay un rayo de luz, y que incluso en los momentos más sombríos, la vida y la muerte pueden coexistir en armonía, como las propias polillas.
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